Cada año, cientos de hombres y mujeres zarpan desde los puertos mexicanos para mantener en movimiento una economía que depende del mar más de lo que suele reconocerse, es decir, el 1% del PIB.
Desde los muelles de los principales puertos comerciales y petroleros, hasta los barcos pesqueros de Guaymas, sus jornadas son largas, demandantes y muchas veces invisibles.
Sin embargo, además de las tempestades naturales, otra amenaza persistente navega junto a ellos, junto a la Gente de Mar: el acoso a bordo.
Frente a ello, este 25 de junio, en el marco del Día de la Gente de Mar, México se unió a la campaña internacional “Mi buque libre de acoso”, impulsada por la Organización Marítima Internacional (OMI).
El gesto es más que simbólico: representa el compromiso de enfrentar un problema que ha sido ignorado durante demasiado tiempo en los pasillos de las embarcaciones y en muchos patios portuarios.
Violencia que navega
Datos recientes son contundentes: más de la mitad de las mujeres y una proporción considerable de hombres que trabajan en el sector marítimo mundial han padecido situaciones de acoso, intimidación o discriminación.
En un entorno aislado, donde las cadenas de mando son rígidas y los canales de denuncia escasos o poco confiables, estas conductas no solo deterioran la salud emocional de las tripulaciones, sino que también afectan su seguridad física y su desarrollo profesional.
Por ello, la campaña de la OMI no se limita a pronunciamientos. Incluye la creación de un mapa interactivo para consultar recursos de apoyo según el país de abanderamiento del buque y prevé, a partir de 2026, formación obligatoria en prevención y atención de estas conductas en la capacitación de la gente de mar.
Marinos bajo presión
En México, la comunidad marítima y portuaria abarca cerca de 300,000 trabajadores directos e indirectos, desde operadores de plataformas petroleras hasta pescadores, personal de marina mercante y trabajadores portuarios o estibadores.
Solo en el puerto de Manzanillo laboran directamente en el sector más de 12 mil trabajadores, en la terminal petrolera de Salina Cruz se emplea a más de 500, mientras que en Guaymas, más de 12,000 viven de la pesca y acuicultura.
Detrás de esas cifras hay historias de esfuerzo, pero también podrían existir historias difíciles.
Por ello, la adhesión de la Secretaría de Marina a esta iniciativa —a través de la Unidad de Capitanías de Puerto y Asuntos Marítimos (UNICAPAM)—, anunciada ayer, marca un punto de inflexión en la cultura marítima nacional.
Asimismo, reconoció la importancia del trabajo de la comunidad marítima mexicana y exhortó a continuar impulsando una cultura sólida, respetuosa de los derechos humanos y comprometida con la salvaguarda de los intereses nacionales.
El llamado ya no es solo a reconocer la labor de quienes trabajan en altamar, sino a garantizarles entornos laborales dignos, seguros y libres de violencia.
Tiempo de virar el rumbo
En el contexto internacional, el secretario general de la OMI, Arsenio Domínguez, fue claro al afirmar que ningún integrante de esta fuerza laboral global debería temer por su integridad a bordo.
Lo mismo expresó António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, al recalcar que proteger a quienes hacen posible el comercio mundial es una obligación moral y económica.
Más allá de las campañas digitales y los mapas interactivos, cuyos instrumentos acompañarán esta campaña, el verdadero reto está en transformar las dinámicas de poder y silencio que han permeado durante décadas.
Que los buques mexicanos sean territorios de respeto y equidad dependerá del rigor con que se apliquen estas nuevas reglas y del valor de las propias tripulaciones para respetarlas.
Por Gabriel Rodríguez / Síguenos en Facebook, X y LinkedIn