Resulta que varios fabricantes de camiones chinos traen a sus proveedores más estresados que los pagos de Pemex… y por más que le echan números, las cuentas nomás no les salen con los asiáticos.
En el último evento de transportistas privados, aquello parecía show de comedia involuntaria: los chinos hablando de inteligencia artificial, electromovilidad, y de que sus camiones casi vuelan… mientras los proveedores nomás se preguntaban cuándo les iban a pagar la factura pasada.
El chisme de Radio Pasillo está buenísimo: los retrasos en pagos son tan largos que algunos ya están pensando en poner veladoras a San Judas Tadeo y rezarle a Shanghái para que llegue el depósito. Y ni se diga de la entrega de unidades, que se parece a una telenovela: capítulos interminables, drama, y al final… nada.
Las refacciones, esas se piden con fe, incienso y ojalá-no-se-pierda-en-el-mar.
Motores que se apagan solos, sistemas eléctricos que se creen discoteca y garantías que desaparecen más rápido que político en campaña.
El servicio técnico, bueno… ése tarda tanto que ya se rumora que viaja en burro desde China. Y mientras tanto, las marcas de siempre, con sus refacciones listas y atención exprés, nomás ven y se ríen.
Y claro, entre NOMs, aranceles, aduanas y trámites que parecen examen final de contabilidad, uno se pregunta: ¿y estos cuates no sabían a lo que venían?
Si no se aplican, varios van a terminar vendiendo carritos de control remoto en lugar de tractocamiones.