La nueva ecuación de la logística: reducir emisiones para reducir costos

En logística, todavía hay empresas que ven la sustentabilidad como un lujo aspiracional. Ese enfoque ya no solo es obsoleto: es financieramente riesgoso. En un momento en que el combustible representa hasta el 45% de los costos operativos del transporte, ignorar las estrategias de eficiencia energética equivale a dejar dinero sobre la mesa. Las cadenas de suministro que se niegan a abordar este cambio están comprometiendo su rentabilidad futura.

Las reglas del juego están cambiando más rápido de lo que muchos quieren aceptar. La entrada en vigor del CBAM en 2026, que exigirá reportes precisos de emisiones para exportar a la Unión Europea, y la adopción de metodologías estandarizadas como la ISO 14083 (estándar que define cómo calcular y reportar emisiones de GEI en el transporte y la cadena logística), están convirtiendo la medición de emisiones en un requisito competitivo, no en una intención voluntaria. Las compañías que no construyen capacidad de trazabilidad y reporte simplemente quedarán fuera de mercados clave o se enfrentarán a sobrecostos que erosionarán sus márgenes.

Pero este no es solo un tema regulatorio; es un tema de eficiencia pura. Las acciones de bajo costo que hoy puede implementar cualquier empresa, ruteo inteligente, formación en eco-driving , visibilidad granular de viajes y activos, ya están demostrando una reducción directa del consumo de combustible entre 5% y 15%, sin necesidad de inversiones de capital. En la práctica, esto significa bajar costos en el trimestre, no en un horizonte lejano.

En América Latina, se observa todavía una resistencia cultural que nace de un supuesto: mejorar la sustentabilidad implica transformar toda la flota, adquirir vehículos nuevos o invertir en infraestructura. La realidad es lo opuesto. La mayoría de los resultados inmediatos provienen de una mejor disciplina operativa, decisiones basadas en datos y una gobernanza más estricta sobre la última milla, donde se concentra el mayor desperdicio energético.

Para quienes lideran áreas de logística y cadena de suministro, el reto no es tecnológico; es estratégico. La pregunta ya no es “¿vale la pena invertir en iniciativas de sustentabilidad?”, sino “¿cuánto estoy perdiendo por no hacerlo?”. En mis conversaciones con clientes, lo que observa es un punto ciego: se sigue discutiendo el precio del combustible, pero no el consumo. Lo primero no lo puedes controlar; lo segundo sí.

Las empresas que ya están midiendo sus emisiones con rigor, siguiendo marcos como ISO 14083, están ganando una ventaja que pocos mencionan: mejores negociaciones comerciales. Cuando un proveedor demuestra eficiencia energética verificable, gana preferencia en cadenas de valor globales que buscan cumplir el CBAM sin fricción. La sustentabilidad se convierte así en un argumento comercial tangible, no en una promesa reputacional.

Mi recomendación para las compañías mexicanas es simple: comiencen por lo que no cuesta. Capaciten a sus conductores en prácticas de manejo eficiente. Optimicen rutas con datos reales, no con intuición. Establezcan indicadores claros sobre el consumo energético por viaje. Y, sobre todo, comenzarán a medir sus emisiones con metodologías reconocidas internacionalmente. Esto no solo reduce gastos: abre puertas a nuevos mercados.

La sustentabilidad dejó de ser un discurso para convertirse en una ecuación de negocio. Es eficiencia, es cumplimiento, es resiliencia comercial. Las empresas que entiendan esto hoy estarán mejores preparadas para competir mañana. Las que no, cargarán con costos crecientes, presiones regulatorias y pérdida de competitividad. En un sector tan ajustado como la logística, no se trata de solo “verse bien”; se trata de ser más rentable.

 

Por Mario Veraldo, CEO de MTM Logix / Síguenos en Facebook, X y LinkedIn

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