Como era de esperarse, ayer se adelantó que la terminal de Minera del Cobre, en el puerto de Guaymas, es altamente probable que no pagué ningún costo, debido a que “no existe un efecto ambiental”, por un posible vertimiento de ácido sulfúrico en las aguas territoriales del recinto marítimo ubicado en el Golfo de Baja California.
| Gabriel Rodriguez/Opinión |
La Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de México (Semarnat) que encabeza Víctor Toledo, expuso lo anterior con relación a un derrame de la terminal especializada en carga de graneles minerales y fluidos que opera la subsidiaria del consorcio industrial Grupo México.
Y es que a las autoridades no les queda mucho margen de maniobra, independientemente de la investigación que realice la Procuraduría Federal del Medio Ambiente (Profepa) al mando de Alicia Mendoza, de cara a los antecedentes de uno de los derrames más grandes de la historia del país, como lo fue el del buque tanque Betula en 1993. Hoy arrecife natural.
De hecho, capitanes de altura de la Marina Mercante Nacional especializados en protección y seguridad que participaron en la investigación del accidente del Betula, que derramó más de 7 mil toneladas de ácido sulfúrico en las costas de Lázaro Cárdenas, ya salieron a asegurar que este líquido se diluye al contacto con el agua, por lo que las especies del Mar de Cortés, no corren ningún peligro.
La terminal especializada de Mexicana de Cobre que opera en el puerto de Guaymas cuenta con todos los protocolos de seguridad que permitieron revertir cualquier impacto del derrame de 3 mil litros de ácido sulfúrico el pasado jueves, aunque independientemente de ello, no existe contaminación debido a que el fluido se diluye al contacto con el agua.
Una posible investigación además tendrá que evaluar los dictámenes de los oficiales de protección, ya que la seguridad de puertos y terminales está basada en diferentes protocolos nacionales e internacionales, de tipo ambiental, industrial, de seguridad operacional y física, es decir, un conjunto de reglas y estandarización de patrones que permiten las actividades portuarias de cualquier terminal para la carga y descarga de productos peligrosos, mercancías, líquidos o graneles.
En el caso de la terminal en el Puerto de Guaymas, como en más de 220 del sistema portuario, es un hecho que se aplica el Código para la Seguridad de los Buques y de las Instalaciones Portuarias (PBIP, siglas en inglés).
Hasta donde se sabe, tanto la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) de Javier Jiménez Espriú a través de la Coordinación de Puertos y Marina Mercante de Héctor López Gutiérrez, como la Secretaría de Marina del Almirante Vidal Francisco Soberón Sanz mediante la Unidad de Capitanías y Asuntos Marítimos (Unicapam), que encabeza el Vicealmirante Rubén Ceballos Guevara, tienen muy bien controlado el cumplimiento de las normas dirigidas a la seguridad portuaria, al disponer oficiales de protección en terminales e incluso en cuanto al manejo profesional de las terminales.
Por otra parte, México está adherido al convenio Marpol de la Organización Marítima Internacional (OMI) de la ONU, enfocado a prevenir la contaminación de los buques; se trata del principal acuerdo internacional sobre la prevención de la contaminación del medio marino por los buques a causa de factores de funcionamiento o accidentales, lo que también se aplica puntualmente por las autoridades portuarias y marítimas.
En todo caso una posible investigación tendría que determinar muchos factores, incluso los relacionados con el protocolo de protección civil de la Administración Portuaria Integral (API), que lleva Víctor Manuel Larios Velásquez.
Como sea, una investigación no está nada fácil para la Profepa ni para las voces que han politizado el tema, ya que al realizarse un análisis bioquímico es prácticamente seguro que no se encuentre ningún residuo de contaminación de acuerdo con los oficiales de la Marina Mercante Nacional.
A su vez, es importante determinar si no existió una avería en el ducto de trasiego hacia la terminal. En ese supuesto la naviera tendria que enfrentar un litigio internacional cuyo destino sería Londres, sede de la mayor parte de los conflictos marítimos.
Para allanar el camino y determinar realmente la magnitud del evento, sería idóneo que una Universidad con su departamento de biólogos y bioquímicos, realizaran una investigación imparcial de los hechos, aunque es casi seguro que si soltaran salmones en el basamento de los muelles, saldrían ilesos y saltando de gusto.