Hace apenas 15 días se cumplieron dos años de la gestión del gobierno en nuestro país y tal parece que hubiera transcurrido el sexenio completo. La destrucción de las principales instituciones de la nación es evidente, así como del andamiaje jurídico que las regulaba. Lo mismo han desaparecido las guarderías infantiles que la Policía Federal y se han visto minadas tanto las diversas secretarías que conformaban la estructura del ejecutivo como numerosas “comisiones” reguladoras de los más diversos temas del quehacer económico y social.
| Sergio García |
Así mismo, han desaparecido la mayor parte de las ONG´s (Organizaciones No Gubernamentales) las cuales hacían en muchos casos las veces de puentes entre los recursos del estado y los beneficiarios menos favorecidos. Los argumentos han sido recurrentes: la corrupción, la opacidad, la complicidad de las estructuras de seguridad con la mafia organizada, la triangulación de recursos, los negocios turbios de funcionarios, esquemas orquestados de fraude y desvío de recursos públicos, entre muchos otros, que hoy por hoy, no sólo no se han erradicado, sino que, al contrario, se han multiplicado.
Ya lo advertía el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México casi al final de su mandato en abril de 2005, cuando fue advertido de la posibilidad de un enjuiciamiento por desacato a las resoluciones del poder judicial, iniciando con el desafuero a su calidad de funcionario público, con la famosa frase: “Al diablo con las instituciones”. Qué lejos estábamos de imaginar que 15 años después estaríamos siendo testigos de ese resquebrajamiento paulatino y persistente de todo lo que tiene que ver con estructuras políticas, sociales y económicas.
En las siguientes campañas para Presidente de la República, el belicoso candidato emanado del PRI y camaleónicamente convertido en supuesto militante de la izquierda mexicana, cuya historia y trascendencia en este país fue manchada por ese personaje, acertadamente calificado entonces como “Un peligro para México”, se convirtió en una recurrente pesadilla para los candidatos de otros partidos que en cada campaña debían lidiar con el discurso descalificador, de quien se investía con el argumento de ser dueño de la verdad.
Si bien es cierto que la sociedad mexicana fue acumulando, primero, la decepción de un timorato presidente emanado de la oposición, que por primera vez derrotaba al partido que había mantenido el poder por más de 70 años y que lejos de capitalizar el respaldo popular cifrado en la esperanza de un verdadero cambio, lo dilapidó inútilmente rescatando a diversos políticos del antiguo régimen y manteniendo a la mayoría de los mandos desde subsecretarios para abajo, a falta de cuadros propios, preparados y capaces de asumir las distintas responsabilidades de un aparato de gobierno por demás obeso.
A este nefasto personaje que por cierto, también vivía de ocurrencias, siguió otro líder del mismo partido, el cual mediante una serie de oscuras maniobras, se hizo en primera instancia, de la presidencia de su propio partido, para desde esa posición encumbrarse como candidato a la Presidencia de la República, para ganar, por primera vez en la historia de nuestro país, por un reducidísimo margen al candidato de la oposición, del que venimos hablando, el cual en uno de sus acostumbrados arrebatos, se manifestó en contra de los resultados de esa elección, bloqueando con carpas vacías, una de las principales arterias viales de la capital del país, erigiéndose como Presidente Legítimo y nombrando un gabinete alterno, sin mayor protagonismo institucional.
Los resultados ambivalentes de ese sexenio, por una parte, con acertadas decisiones en materia económica y sanitaria, con las adecuadas estrategias que nos permitieron como país superar rápidamente dos crisis presentes en el mismo año de 2009: la de la Influenza H1N1 y la económica derivada de la crisis de hipotecas de los Estados Unidos. Por la otra, arrojó nefastos resultados en materia de seguridad pública y un “estado fallido” en el combate al crimen organizado, utilizando como fortaleza principal a las fuerzas armadas que habían venido restaurando penosamente su maltrecha imagen, emanada de los aciagos sucesos de 1968 donde participaron de manera por demás vergonzosa.
Aunque los errores de ese segundo sexenio de la entonces oposición al régimen supuestamente identificado con la Revolución Mexicana, fueron capitalizados en el discurso del nuevamente candidato de la izquierda a la presidencia de la república en su segunda campaña, no pudo evitar sucumbir por amplio margen ante la maquinaria del partido que a toda costa recuperó el poder. Los resultados por todos conocidos del tercer periodo presidencial del presente siglo, en el retorno del régimen arcaico, sólo acrecentaron el hartazgo de la población mexicana que, con la ilusión de un verdadero cambio en el siglo XXI para nuestro país, se había arriesgado a probar nuevas alternativas con desastrosos resultados en materia social, de salud pública, de transparencia y de seguridad pública, además de dejar una enorme secuela de corrupción.
Así que la puerta estaba abierta para quien había venido señalando con persistencia los errores de los tres presidentes de México desde el año 2000, magnificando en el discurso sus debilidades y políticas fallidas, prometiendo a los desencantados electores, cambios y transformaciones trascendentes como el de erradicar el cáncer de la corrupción -enquistado en nuestro país desde los años 30 del siglo XX-, regresar a los militares a sus cuarteles, mejorar el sistema de salud, erradicar la pobreza, encumbrar al campo, impulsar la investigación científica y el uso de energías alternativas, así como adelgazar el oprobioso aparato del gobierno, dando el poder al pueblo, entre otras muchas falacias.
La respuesta de más de la mitad del país no se hizo esperar y el entonces eterno candidato, aprovechando magníficamente la frase de Napoleón Bonaparte que reza: “Un líder es un administrador de esperanzas”, se encumbró como uno de los aspirantes más votados de nuestra trayectoria electoral con el 53.20% de las preferencias con la coalición autonombrada “Juntos haremos historia” y a 31 puntos de distancia de su más cercano perseguidor. Desde que las encuestas lo perfilaban como seguro ganador y capitalizando las carencias de su oposición y los golpes bajos que se sucedían entre los demás contendientes, inició su maquiavélica estrategia para que, una vez en el poder, consumar su venganza de agravios acumulados por más de 3 lustros en contra del sistema entonces reinante. La deteriorada imagen del último presidente “revolucionario” de este país y su incapacidad manifiesta para mantenerse en la escena pública permitió, que desde que se reconoció al candidato como el primer ganador “de izquierda” en el mes de julio -cinco meses antes de ser ungido oficialmente-, anunciara decisiones que aún no le correspondían, incidió decisivamente en el ánimo de los nuevos legisladores que asumirían sus curules en septiembre y borró materialmente del mapa al todavía Presidente de la República.
Una de las primeras acciones de ese periodo, fue la famosa encuesta sobre el destino del conocido como NAIM (Nuevo Aeropuerto Internacional de México), realizada a finales de octubre de 2018, (con lo que sus resultados no tendrían ninguna vinculación legal), la cual hábil y perversamente, fue utilizada como paraguas para incluir preguntas sobre otros proyectos como el del Tren Maya. Los resultados, ensombrecidos por la presencia de fallas en el registro, casos de gente que votó más de una vez y otras irregularidades, incluida la falta de una supervisión efectiva por organizaciones neutrales, arrojó que, de un universo de poco más de 1 millón de participantes en todo el país, el 69% se inclinó por la aprobación de los proyectos del naciente régimen, mientras que el 29% lo hizo en sentido contrario.
La otra decisión, fue la de crear, al más puro estilo de las juventudes nazis, al equipo de “Servidores de la Nación” conformado por alrededor de 18 mil funcionarios públicos que cuestan al erario más de 2 mil millones de pesos al año y que en la práctica son promotores electorales y los cuales cuentan con una base de datos alterna a la del IFE y el INEGI, con capacidad para manipular los recursos públicos destinados a los menos favorecidos. Con este equipo y al eliminarse a los “intermediarios institucionales”, nadie sabe a ciencia cierta, si las sumas destinadas a los nuevos programas sociales creados en este sexenio, realmente llegan a su destino oficial. Muestra de ello, son los mágicos votantes que surgen de entre los muertos, para apoyar casos como la famosa segunda pregunta de la inútil encuesta que nos espera en agosto próximo y aquellos que apoyaron en masa en muy pocos días, el encumbramiento del nuevo dirigente del partido en el poder.
En fin, que algunos de los resultados más contundentes están a la vista:
-Un crecimiento acelerado de los índices de inseguridad y de los asesinatos de connacionales -que por cierto nos prometieron bajar en dos años-, y cuyo responsable de informar los “avances”, hábilmente se dio a la fuga para presentarse como candidato a gobernador en Sonora, justo cuando debía dar cuentas a la nación de su encargo.
-Un deterioro manifiesto de las instituciones de salud pública, que aunado a los nefastos resultados de la inexistente estrategia contra el COVID 19, evidencian la incapacidad de los funcionarios y los oscuros intereses que reinan en ese feudo.
-El explicable crecimiento de la corrupción y la opacidad en la asignación de las licitaciones públicas, sustituidas en su mayor parte por asignaciones directas y concursos por invitación, que últimamente han involucrado a diversos actores ligados a funcionarios del régimen e incluso, a parientes del primer mandatario.
-Un crecimiento desmedido de las fuerzas armadas y de su presupuesto, a las cuales se le han colgado, entre otras, una multiplicidad de tareas que van desde sembrar árboles, construir obras públicas, hacerse cargo de las tareas de seguridad ciudadana, cerrar fronteras y perseguir a indocumentados, vigilar y administrar puertos, cuidar al presidente en sus giras (parece que ya no lo cuida el pueblo) y ahora, la más reciente, hacerse cargo de la logística para la preservación y la aplicación de la famosa vacuna contra el COVID 19.
-El deterioro acelerado de la economía nacional con la afectación al 92% de las empresas del país de todos tamaños por el virus COVID 19 y la desaparición acumulada de más de 1 millón de empresas a noviembre de 2020, más la pérdida estimada de alrededor de 12 millones de puestos de trabajo formales e informales, agravados por la falta de apoyo e inmovilidad del gobierno, carente de visión y estrategia alguna.
**Sergio García Martínez es consultor ferroviario y profesor especializado del ITESM.
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