| Esteban D. Rodríguez |
En su sorda lucha por la conquista de la Presidencia de México en 2018, las tres principales fuerzas políticas –PRI, Frente y Morena– han ido dejando una estela de agravios políticos que en general son repelentes a la cicatrización.
Estas heridas se han presentado lo mismo en las nominaciones presidenciales que en las postulaciones de gobernadores o de congresistas. Pero son más profundas, ostensibles y potencialmente adversas para la competitividad electoral del organismo que las padece, en tanto más cerca estén dichas fracturas de sus respectivas bases.
La explicación está en el hecho de que las elecciones se ganan ahora sí que voto por voto y casilla por casilla, sección electoral por sección electoral, y municipio por municipio. De modo que ahí donde una fuerza política haya registrado una ruptura a nivel municipal, más difícil será para los encuestadores identificar el sentido de la migración del voto.
Y por supuesto, aquella fuerza política que tenga más rupturas municipales y distritales, más costo pagará su candidato presidencial.
La herida expuesta del PRI La lesión más visible del tricolor –en realidad una herida expuesta– consiste en la naturaleza del candidato presidencial, José Antonio Meade, y en el impacto de la figura presidencial en la inercia temática y mediática de la elección.
Entre los liderazgos del PRI nadie muere de entusiasmo por el estilo sereno y técnico del candidato, ni por su presunta naturaleza ciudadana –que se le ha vuelto en contra, pues ni es priísta ni es ciudadano. Pero Meade tampoco ha roto la cohesión en las alturas.
El factor que podría derivar en una catástrofe mayúscula para el PRI no es Meade. En un escenario cuesta arriba, la expectativa de triunfo presidencial pierde relevancia ante la posibilidad de perder la elección legislativa, pues el peligro mayor para el tricolor es convertirse en una fuerza testimonial en el Congreso federal.
Por eso los focos de alarma se encienden de modo más contundente en Chiapas, donde el PVEM ha roto la alianza con el PRI para la candidatura a gobernador. Algo similar ocurrió con el partido Nueva Alianza en Morelos, y amenaza con replicarse en Oaxaca y Sinaloa. En Hidalgo, sin decir agua va, este partido rompió la alianza con el PRI en las candidaturas al Congreso local. En el Estado de México, donde hay elecciones municipales, el verde ni siquiera formó parte de la alianza inicial, y postulará candidatos propios.
Morena: factura de los dedazos por encuesta En la cúpula morenista no hay rupturas, resquebrajamientos, ni siquiera fisuras. Es un partido personalista hasta la confesión: “Amlo es Morena”, decía su propaganda. Pero conforme se desciende en la estructura formal del partido, se advierte que los dedazos legitimados por encuestas en las que nadie cree están pasando factura.
A nivel de gubernaturas, las nominaciones que más han enfrentado cuestionamientos son las del futbolista Cuauhtémoc Blanco en Morelos y de Claudia Sheinbaum en Ciudad de México. No obstante, en ambos casos las encuestas reportan a Morena a la cabeza.
Los conflictos derivados de las postulaciones de legisladores y de alcaldes son menos visibles, tiene menos cobertura mediática, y generalmente no figuran en los intereses de los encuestadores. En el caso de Morena, ese es el nivel donde hay mayores conflictos.
En el estado de México, la segunda entidad con más votos en el país, Morena sólo ha logrado hacer postulaciones en 33 de los 125 municipios, debido a los graves conflictos para generar consensos. Mientras, el Frente postuló ya candidatos a alcaldes en 110 municipios, y el PRI en la totalidad de ellos.
En Toluca, después de que Andrés Manuel Jr. fue a regañar a las estructuras por osar tener aspiraciones electorales, fue anunciada la postulación de una panista que precisó hacer una conferencia de prensa para anunciar que nada tenía que ver con Morena.
Hay serios enfrentamientos intramorenistas en Ciudad de México, Guerrero, Querétaro, Oaxaca, y Michoacán, Campeche y Estado de México.
También partidos coalicionistas se han separado. El PT mexiquense rompió con Morena, y postulará candidatos propios en cerca de medio centenar de municipios. Ese partido también rompió con el partido de Obrador en Tlaxcala y Guerrero, y cuelga de un hilo en Coahuila y Baja California Sur. EL PES también ha roto con Morena en municipios de Quintana Roo y es endeble en Michoacán.
Frente, frío La candidatura de Alejandra Barrales a la gubernatura de Ciudad de México es el paradigma de muchas plazas locales en el país: postulaciones donde el PAN o el PRD han ido a regañadientes.
En Chiapas no hubo acuerdo para la postulación a la gubernatura, y el Frente se disolvió, y solicitaron a la autoridad electoral la aprobación de una candidatura común, pero sin candidato. En Chihuahua, el Frente también se disolvió para la postulación de 67 ayuntamientos en 22 distritos para la elección del Congreso local. En Quintana Roo hay oposición a distintas nominaciones municipales, especialmente en Benito Juárez.
En Michoacán el Frente esta riesgo en varios municipios, señaladamente en Lázaro Cárdenas. También buscaron las dirigencias del PRD y del PAN disolverlo en Morelia y Uruapan, pero la autoridad electoral no lo aprobó, de modo que van juntos a la fuerza. En total, trece municipios buscaron la solución.
En Hidalgo, Movimiento Ciudadano (MC) dejó la coalición frentista desde diciembre, pero aún “andan viendo” si se suman a las candidaturas del PRD, que tuvo mano en las postulaciones de alcaldes y diputados. En Tlaxcala la coalición penden de un hilo, pues no hay acuerdo en las postulaciones.
MC, ya se sabe, va solo por la gubernatura de Jalisco, y en Chihuahua, el gobernador Javier Corral impugna nada menos que toda las lista de candidatos plurinominales al Congreso federal.
Todo ese panorama es el punto ciego en el radar de las encuestadoras, y es apenas un bosquejo.<
(Esteban David Rodríguez, Twitter: @estedavid)